Hoy es 6/03/2009. 6-(0+3+2+0+0)+9= 10. Todos sabemos que el número 10 es el número perfecto, así que he elegido un excelente día para empezar con esta historia.
Como podéis leer a la derecha de vuestra pantalla, en esa columna donde se encuentra la entrada del Bayern Leverkusen - R.C.D. Espanyol correspondiente a la final del 1988, un servidor nació en el mismo mes en que algunos de vosotros os acordastéis de muchas famílias. La mía, sería bendecida con un bebe muy pequeño, que prácticamente sólo tenía pelo. No se me ofenda nadie, pero es posible que desde entonces muchos hayan perdido ya el suyo, y su melena de juventud haya sido substituída por una prominente calvície, puesto que han pasado nada más y nada menos que 20 años, casi veintiuno. Esta es mi edad, una edad magnífica. Si hay algo que me guste especialmente de haber cumplido ya dos décadas es la sensación que te da vestir con traje. Cuando con 10 años haces la comunión -se hace a los 10 años, ¿verdad?- te visten casi por primera vez con uno. Es muy gracioso, sobretodo para los que te lo ponen... Cuando cumples más de 30, el traje es ya casi una obligación que debes cumplir. Podrías ir con chándal y ser transgresor, pero más que ser considerado así, te veríamos como un vago sin estilo. En cambio, con 20 años te pones un traje y no estás cumpliendo una obligación, en este caso se convierte en una transgresión elegante, que incluso a ojos del que te mira parece que sepas algo, que tengas algo. Cuando en realidad, sólo es un traje.
En Leverkusen, muchos debían llevar un esmoquin cuanto menos. ¿Fue ese el día de la historia en que se interrumpió con mayor terror una celebración? ¿Ha existido otro momento desde que el mono creó a Dios en el que el mayor de los orgasmos fuera interrumpido con tanta frialdad? Tres goles, oiga: uno, dos y tres. Y luego penaltis. Increíble. Si algo me enseñó mi profesora de "Fonaments teòrics de l'art", es que Dionisio realizaba unas extraordinarias fiestas con muchísimas mujeres, donde corría la música, corría el vino... lo único que no corría era... eso, sí, eso que te ha venido a la cabeza -discúlpame por considerarte un pervertido. La experiencia, el conocimiento auténtico, estaba en ese punto de que casi sí, pero no. Ese punto de ya, ya, ya... pero no. Lo tenías cerca, lo tenías en la mano, o en otra parte del cuerpo... pero no. Parabas antes de conseguirlo. ¿Por qué? Pues da igual, simplemente es brillante. La experiencia tiene que ser magnífica, tanto en lo sexual como en lo futbolístico.
Evidentemente esa derrota de magnífica no tuvo nada para algunos. En realidad, creo que para nadie. La derrota siempre es triste, ¿no? Y entonces, por definición y antonimia, la victoria es alegre. La derrota es triste y la victoria es alegre. Los dos párrafos y poco han servido para llegar a una conclusión muy primitiva, y es en este momento cuando me planteo que tú y yo quizás podríamos haber invertido mejor el tiempo de lectura y escritura, respectivamente. Podrías dejar de leer aquí, pero no vas a hacerlo, porque le estás dando vueltas. La derrota es triste y la victoria alegre. Increíble, te he enganchado durante unas cuantas líneas más para repetir lo mismo. Ya paro.
Hablemos de la victoria, ya que es alegre y nos gustan las alegrías, no somos Dionisio. Estamos en la temporada 2008/09. Aquí me veo obligado a apuntar que 2008 debió ser un año mejor, ya que sus cifras suman 10, pero dejemos las matemáticas. En esta temporada lo tenemos difícil para hablar de la victoria y el Espanyol, ¿eh? ¡Hay que ver cómo estamos! Ahora mismo, estando a viernes 6 de marzo, sólo hemos ganado 4 partidos de un montón. Si tenemos que hablar de victorias, vamos a tener que hablar de la más reciente, y no precisamente por placer. Recordarás como, de forma absolutamente inesperada para algunos, el Espanyol venció al líder ocupando entonces la última posición de la tabla. Si antes hablábamos de Dionisio, ahora tendríamos que hablar de Buda, pero lo vamos a dejar porque sino se nos converirá esto en un blog de teología. El caso es que el Espanyol ganó. Alegría, ¿no? Para algunos sí, para mí no. Bueno, quizás sólo un poquito, pero sólo en parte.
Esa victoria la viví en un bar donde era el único perico, si es que soy perico. El partido transcurría sin grandes incidencias. Toda la primera mitad sin goles, pero con comentarios del tipo: "es que esta gente del Espanyol tienen jugadores de Tercera" y otros de menor delicadeza. Aguanté estoico, limitándome a dedicar sonrisas a los que para entonces ya se habían dado cuenta de que vestía una camiseta con un Pochettino costumizado. Llegó el primer gol en un remate de cabeza de De la Peña. En el bar sólo se escuchó un más sorprendido que tímido "¡Gol!" que salía de mi boca. Tan ridículo fue ese primer espasmo, que alguien de atrás repetiría lo mismo a modo de burla. No estaba yo para ofenderme, así que me limité a ver cómo demonios se sacó ese centro y pudo rematarlo ese chaval que marcó. Más tarde me daría cuenta de que estaba ofendido al gritar más longevamente el segundo gol, ni un locutor argentino me hubiese aguantado el pulso. Terminó el partido y finalizó en victoria. Tuve mi alegría y pude fardar. Se bromeó como es debido con cualquiera que se me acercaba, e incluso recibiría alguna felicitación, aunque algo contraída.
A pesar de la victoria, y de la mínima alegría, me di cuenta de algo a la mañana siguiente. El Espanyol no había ganado. En realidad lo que ocurrió es que el otro equipo perdió. El Espanyol actuó a traición y con la ayuda del colegiado, robando tres puntos que de ninguna otra manera hubiese conseguido. Barcelona, Cataluña iba llena de este cuento. En otras partes se contaban otros cuentos. En Madrid, por ejemplo, se decía que uno de sus equipos tenía más cerca su trigésimo segunda Liga. En el mundo en general, se contaría el cuento de que la Liga de Fútbol Profesional de España se ajustaba y restaba abierta hasta su final. ¿Quién contaba la victoria del Espanyol? Algunos. Casi nadie. Incluso en la clasificación tampoco afectaba, ya que los rivales directos del Espanyol también ganaron. Nunca una victoria supo tanto a tres puntos: uno, dos y tres. Y nada más. Cóbreselos, tenga sus puntos, no le cuente a nadie que ha ganado, nada va a cambiar.
Así que descubrí dos cosas. Descubrí que por mucho que ganemos encima del terreno de juego, las victorias no están ahí, debo buscarlas en otros sitios, este blog debe buscarlas en otros sitios. Y es lo que hará. No quiero hablar de fútbol, quiero hablar de lo que nos rodea. El fútbol es aburrido de narices. Ah, y lo segundo que descubrí es que se terminaron las "victorias" parciales, que ya jamás celebraré un gol del Espanyol.